El mundo de las aplicaciones no para de crecer. Parece que las hay para facilitar la vida en todo tipo de actividades, incluido el mundo tejeril. Yo, durante bastante tiempo, iba saltando de una a otra APP para leer patrones y ninguna me acaba de convencer. Hasta que hace poco una clienta me descubrió la aplicación con mayúsculas. Es como mi nueva mejor amiga que puedo llevar en un bolsillo.
Knit Companion es compatible con Android y con IPhone y se puede descargar en plataformas como play store. ¡Y que conste que lo mío es amistad totalmente desinteresada! Es muy fácil de utilizar, lo que más me gusta es que la puedes sincronizar con tu cuenta en Ravelry y, automáticamente, te aparecen en la APP todos los patrones que tienes comprados o descargados en Ravelry. Cuando ya tienes los patrones, puedes elegir el que prefieres y comenzar el proyecto poniéndole el nombre que prefieras.
Me gusta mucho que, cuando estás en el patrón, el móvil no se apaga ni la pantalla va a fondo negro, aunque consume mucha batería. Otra de sus funciones preferidas son las dos líneas, una vertical en azul que es ideal para, por ejemplo, marcar por donde vas en un gráfico y una horizontal en amarillo tipo subrayador para indicar en qué línea vas.
En el lateral hay unos contadores de vueltas que utilizo mucho. Al tener tantos me ayudan por ejemplo cuando hay cuatro líneas que se repiten diez veces. En esos casos, utilizo uno para señalar en qué línea de esas cuatro me encuentro y otro marcador para saber en qué repetición estoy. Además de las funciones que yo uso habitualmente hay otras, como la posibilidad de añadir comentarios o notas.
Conclusión, esta APP es una gran ayuda a la hora de tejer. Ahora ya no imprimo papeles, llevo los patrones en el móvil o en la tablet con la mayor comodidad. Si también usáis alguna APP para tejer y os hace la vida tejeril más fácil, avisadme porque me encantará conocerlas.
¿Eres más de ovillos o te entusiasman las madejas? Porque entre unos y las otras existen muchas diferencias. Unos son redondos como pelotas y puede ser grandes como el mundo. Las otras parecen enrollarse suavemente sobre sí mismas. Los dos, ovillos y madejas, son las formas más habituales de presentar los hilos para tejer. Te explicamos sus pros, contras y diferencias para hagas lo que te dé la lana.
Los ovillos son bolas de hilos enrollados sobre sí mismos en forma redondeada. Su característica principal es que están listos para empezar a tejer. Comparten esta ventaja lalanalunera con los conos y las bobinas. Una vez que estiras el cabo, ya puedes empezar a tejer y tejer.
Las madejas, en cambio, recogen los hilos en amplias vueltas de la misma medida. Así, con el paso del tiempo, no se deforman y mantienen la esponjosidad y la elasticidad de la fibra original. Esto supone un paso menos de manipulación en el proceso que reduce los costes de producción. También ocupan menos espacio, por lo que su transporte resulta más económico. Pero no todo son ventajas: las madejas hay que ovillarlas antes de empezar a tejer. Si no las ovillas, en la primera vuelta te puedes encontrar envuelta en un mar de nudos: la peor pesadilla de cualquier Lalanalú.
Te explicamos en 3 puntos cómo ovillar una madeja sin hacerte un lío:
1. Abre la madeja al máximo y comprueba que los hilos estén bien colocados. Si necesitas ayuda, pide a alguien que sujete los extremos. A continuación, colócala entre los pomos de los respaldos de dos sillas. Otra opción es sujetar la madeja entre tus rodillas (sentada, con los pies bien apoyados en un taburete).
2. Las madejas suelen estar atadas por entre uno y cuatro puntos, con un hilo anudado. Corta los nudos a ras. Del nudo te saldrán dos puntas, el inicio y el final de tu hilo.
3. Elige un cabo y empieza a hacer una bola, enrollando el hilo sobre sí mismo, hasta terminar la madeja. Al terminar, habrás obtenido un ovillo.
Consejos lalanaluneros: Coloca la madeja de forma que el hilo siempre salga por la cara exterior. Si al estirar una punta, el hilo se engancha, empieza por el otro lado. Puede que hayas empezado por el final.
Por muchas vueltas que le demos, tanto ovillos como madejas conducen al mismo punto. Por eso, los pequeños productores de lanas trabajan incansablemente para presentar fibras de gran calidad en ambos formatos. Como buenas woolhunters, en Lalanalú buscamos hilos, con la mejor relación calidad-precio, y te ofrecemos toda la información para que decidas por ti misma qué prefieres. Seas de ovillos o de madejas, te aconsejaremos lo que mejor te va.
Tenemos debilidad por las lanas teñidas a mano. Son el resultado de un proceso que requiere sabiduría, paciencia, ingenio y color. Apreciamos el trabajo y creatividad que supone este I+D del mundo las lanas. Si tú también eres de las que sucumbes ante los colores y el DIY, seguro que te gustará experimentar en casa. Vamos a darte unos trucos lalanaluneros para animarte. Como los mejores consejos suelen venir de grandes expertas, hemos entrevistado a Teresa de Ovejita Be! y a Laia de Sóc una Troca.
Primero, te contaremos algunas de las cosas que hemos aprendido a través de nuestra experiencia lalanalunera…
Antes de lanzarte a teñir lanas como una loca, tendrás que tener en cuenta la composición y los tipos de fibra y colorantes con los que vas a trabajar.
Composición: No todas las fibras tiñen por igual. Un hilo con mezcla de fibras puede adquirir distintos tonos. Lo primero que debes tener en cuenta es la composición del hilo que utilizarás. Para ir sobre seguro, lo ideal es empezar con uno que sea 100%.
Tipo de fibra: Como cada fibra requiere de una técnica de teñido es básico identificar la fibra que tienes entre manos. No es lo mismo teñir una lana que una seda o un algodón. Existen dos categorías de fibras según su origen: animal o vegetal. La de celulosa procede de plantas como el algodón, el cáñamo, lino, etc. y la de proteína puede ser de mohair, lana, cachemira, alpaca, camello o seda.
Tintes: Tienes la posibilidad de teñir con tintes químicos y naturales, aunque nosotras preferimos estos últimos. Naturalmente. La fibra de celulosa necesita colorantes solubles que se fijan mediante la exposición al sol o el oxígeno. Las fibras de proteína, en cambio, requieren algún tipo de fijador para absorber el colorante.
Los tintes naturales se extraen de minerales, plantas o animales invertebrados. Por lo general, destiñen más fácilmente con los lavados y su exposición al sol. Para teñir con colorante alimentario, te recomendamos lana 100%. Es más fácil empezar con colorantes líquidos, como los de Dr. Otker. Para fijar el color, sólo necesitas añadir un poco de vinagre y calentar la solución unos minutitos en el microondas.
Ahora dejemos que algunas expertas de esta técnica nos cuenten sus truquillos.
¿Cuál es el material más curioso con el que habéis teñido lanas?
Teresa de Ovejita Be! (T) – En las primeras pruebas que hice antes de ponerme en serio utilicé colorantes alimentarios, los que se utilizan para teñir el fondant o la masa de un bizcocho. Es una buena manera de experimentar.
Laia de Sóc una troca (L) – El más curioso es la rapa del vino (el sobrante después de prensar las uvas para hacer vino). Un material que siempre me sorprende, porque me parece absolutamente mágico, es el índigo. Es uno de los tintes más antiguos que se conocen. Tiene un proceso complicado, hay que controlar muy bien las temperaturas, el pH del agua, los tiempos… Y cuando la lana sale del agua es amarilla, hasta que se oxigena y ¡se convierte en azul! Otra de sus curiosidades es que la planta del índigo tiene propiedades antisépticas. Por eso algunas culturas lo utilizaban como pintura de guerra (¿recordáis Braveheart?). Por la misma razón se teñían los pantalones de trabajo, para que los accidentes fueran «menos peores”. El azul de nuestros tejanos debe su color al tradicional índigo.
¿Cuánto tiempo tardáis en teñir una madeja de Sock & Roll? ¿Cuál es vuestro color preferido?
T – No puedo precisar el tiempo exacto, pero para que una tintada esté lista necesito en total unos dos días: desde que las madejas se ponen en remojo hasta que están completamente secas. Mi color preferido es el turquesa, así que todo lo que se acerque a este tono me encanta. «Mar el poder del mar» es uno de mis favoritos.
L – Pues depende. Hay algunas en las que sencillamente mezclo el color, caliento el agua y pongo la lana. En cambio, hay otras para los que hago dos, tres o ¡cuatro baños de color distintos! Y en cuanto a mi color preferido… Es como preguntar a una madre ¡cuál es su hijo preferido! Desde que trabajo con color, ¡creo que me gustan todos!
¿Alguna vez hicisteis alguna combinación de color que salió mal?
T– Sí, uno de los primeros tintes negros que utilicé empezó a moverse hacia el resto de colores. La madeja quedó de un marrón bastante feo.
L– Bufff, si solamente fuera alguna vez… Pero la gran ventaja es que se puede teñir encima de cualquier color, ¡hasta llegar a negro!
¿Tenéis alguna anécdota relacionada con los tintes (químicos o naturales) o hilado que podáis contarnos?
T – Ahora mismo no se me ocurre ninguna. Si me viene a la cabeza os la digo en otro momento.
L – Cuando expongo mis lanas en las ferias es fascinante ver las reacciones de la gente. El color llama la atención de niños y adultos. Hay mucha gente que no le quita los ojos de encima. Incluso algunas personas no pueden resistir la tentación de acercarse y tocarlas. Todavía llama más la atención si llevo la rueca… Todo el mundo reconoce el proceso de hilado, pero la mayoría nunca lo ha visto.
Estamos convencidas de que después de conocer algo más el proceso del tinte, te dan ganas de ponerte a teñir en casa. Ya sabes lo que dice el refrán, cuando veas las madejas de tu vecino tintar, pon las tuyas a remojar. ¿Preparada? Si te animas, nos encantará saber cómo fue la experiencia lalanalunera.
La isla peruana de Taquile quizá no sea un paraíso, pero se le parece. Te contamos el motivo en un tirar de hebra. Casi toda su población se dedica a tejer prendas y complementos de colores vivos y alegres. Más cosas que quizás no sepas… Muchas de las piezas están tejidas sólo por hombres. Los más de 2.000 habitantes se rigen por el código moral inca «Ama sua, ama llulla, ama quella», que significa: no robarás, no mentirás y no serás perezoso. Y ya se sabe que tejer y tener pereza no tienen nada que ver. Para esta comunidad, tejer es mucho más que una forma de subsistencia, es una visión del mundo.
Los taquileños han heredado el sistema social de las culturas precolombinas, basado en la toma de decisiones y el trabajo colectivos. Hombres, mujeres y niños se dedican a tejer, pero cada uno se especializa en el proceso y la confección de distintas prendas. Desde párvulos, juegan con las ruecas para aprender a hilar y a preparar la lana para las personas mayores.
Los niños se inician en el punto a los ocho años hasta crear piezas como el clásico chullo, un gorro con orejeras tejido a cinco agujas (o palitos). Antes se fabricaban con espinas de cactus. Actualmente se construyen con rayos de rueda de bicicleta doblados por las puntas. Aunque cada joven desarrolla sus propios patrones, todos siguen el mismo código cromático, ya que los colores se corresponden con el estado civil o el estatus social de quien lo lleva. No sabemos cómo resultará en el lago Titicaca pero podría ser ideal, por ejemplo, para situarse en una disco. Los casados usan el rojo, los solteros combinan el blanco y el rojo, los que buscan pareja utilizan la posición de la punta del chullo como señal. Además del punto, los hombres se especializan en el telar de pedal de la época colonial para tejer bayetas, es el tejido base de pantalones, chalecos, chompas, chalinas y faldas (o polleras).
¿Y qué hacen las mujeres? Te lo estarás preguntando. Pues ellas suelen encargarse de preparar e hilar las fibras de lana de oveja, llama y alpaca. Las taquileñas también tejen, aunque sólo utilizan la awana, un telar horizontal precolombino. Para ajustar los hilos, usan un hueso afilado de llama (wichuña). Dicen que “guarda los conocimientos secretos”, así que nos encantaría probarlo. De esa forma, crean tejidos lisos y bicolor con la faz de urdimbre, que consiste en programar todo el tejido en el momento de preparar los hilos. A los doce años, las niñas ya dominan las técnicas básicas para tejer fajas (chumpi), mantas (llicllas) y bolsitas para guardar hojas de coca (chuspas). Los chumpis son una prenda común a todos los taquileños. Todas tienen unos nombres que nos llaman muchísimo la atención, pero la prenda más peculiar es la faja-calendario. Es la que recoge la tradición oral y la más simbólica. En ella se representan los ciclos anuales relacionados con las actividades rituales y agrícolas de la comunidad. Figúrate que tuvieses un fajín que te avisase de cuándo llegan las vacaciones o es el momento de podar tus plantas. A nosotras, la faja-calendario nos ha parecido como la primera App antes del móvil.
De cualquier manera, los taquileños nos parecen unos artesanos de lo más lalanaluneros. Crean entre todos cinturones, gorros, bolsos, mantas y ponchos con sus características figuras, bandas y listas. Los colores tradicionales son el rojo, el negro, el verde, el azul, el marrón, el plomo y el blanco adornados con pompones de tonos alegres. Aunque con el tiempo y para vender sus creaciones, han ampliado la gama cromática gracias a las fibras sintéticas y a las anilinas. Para esta comunidad la comercialización de prendas les ayuda en su desarrollo económico y, sobre todo, a continuar con la tradición textil de la isla.
En 2005, Taquile y su arte textil fueron proclamados «Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” por la UNESCO. Por este motivo, la isla recibe más de 40.000 turistas al año. Si tú también sientes curiosidad y quieres ir de visita para asistir a su escuela especializada en artesanía local, prepárate. En la isla no hay luz ni agua corriente, ni coches, ni hoteles ni mucho menos internet. Por eso han desarrollado un modelo de turismo alternativo controlado por los taquileños. Suena como toda una aventura lalanalunera. ¿Te apuntarías a vivir así, creando prendas con toda la tradición del pasado? ¿Quién podría más tu móvil lleno de Apps o la faja-calendario? Anímate a contárnoslo.